Thursday, April 25, 2024
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Interpretación de la idea de justicia en el origen de la cultura persa

Dr.  Javier Sedano – Instituto Psicoanalítico de Salamanca

Dra. Nazia Barani – Universidad de Salamanca

Resumen

El psicoanálisis antropológico proporciona un punto de vista privilegiado para observar los aspectos inconscientes del origen de las culturas. Tiene su fundamento en que todos los procesos conscientes, en el desarrollo de la actividad humana (praxis), tienen un correlato inconsciente. Este correlato inconsciente puede observarse en las formas de organización social, política, económica, artística y literaria. Está determinado por las motivaciones ocultas, los deseos, los sueños, las creencias, y muy especialmente los valores centrales de la cultura. En este artículo tratamos de exponer algunos argumentos que nos llevan a concluir que, situándonos al oriente de la Mesopotamia de finales del tercer milenio, la idea central que, posiblemente da origen al Imperio Persa es un preconcepto de la justicia, anterior a la filosofía griega, al cristianismo, y al derecho romano; estructurando la sólida base de la construcción ética de Europa.

 

Introducción

La ética de los mitos es una de las cuestiones antropológicas de primer orden, como elemento determinante de la originalidad de las diferentes culturas y como una de las características diferenciales de la especie humana, común a todas las culturas.

Una forma de acercamiento a la ética de los mitos arcaicos es situarnos en el punto de vista del psicoanálisis antropológico, para poder observar los aspectos inconscientes de las formas de organización social, política, económica, artística y literaria, determinados por las motivaciones ocultas, los deseos, los sueños, las creencias, y muy especialmente los valores centrales de la cultura.

Es preciso advertir, aunque se deduce de inmediato con la lectura de los primeros párrafos de este texto que no adoptamos criterios de interpretación rigoristas, historicistas ni buscamos la validación de una hermenéutica unívoca, basada exclusivamente en lo observable y científicamente “demostrable”.

La antigua ciudad de Persépolis

 

Pero tampoco queremos que pueda entenderse como una fabulación, carente de fundamento, en la que puede darse por válida cualquier posible interpretación, en la línea de una hermenéutica multivocista, según la moda de la postmodernidad tardía.

Adoptamos el camino del medio, que corresponde a la epistemología que conviene al psicoanálisis antropológico: Una hermenéutica analógica.

La hermenéutica analógica[1] permitirá establecer una jerarquía de analogados, precisando las identidades y diferencias relativas, haciendo una síntesis sistemática de los contenidos éticos que dan origen a la cultura persa.

Ética de los mitos arcaicos

Comenzando por las identidades relativas de los contenidos éticos comunes a todos los mitos arcaicos, según Cencillo[2] son cuatro las áreas temáticas que prevalecen universalmente: La justificación del existir, el destino, la culpa, la oposición de contrarios.

En relación con la primera de estas cuatro áreas “la justificación del existir”, podemos pensar que, en la mente primitiva, antes de formalizarse el concepto de justicia, que tiene un carácter necesariamente social, este se construye sobre un preconcepto de carácter “íntimo”, netamente personal.

Intimidad es autorreferencia a un Yo que necesita justificar su existencia. Lucidez de ser uno mismo en un mundo que no comprende, de ahí que la primera de las necesidades del humano como tal es la necesidad de comprender.

Aquí tratamos de exponer de forma comprensible que la idea de justicia está en el origen de la cultura persa. Esta idea de justicia está en relación de con-causalidad, con la idea de justificación ante la divinidad.

La liberación que supuso desprenderse del politeísmo del inmenso panteón de dioses y espíritus de más allá del Indo, y sentirse justificado en el propio existir, ante alguien único y personal, da lugar a una nueva identidad, a un preconcepto de autoimagen original y característica de los persas como “los hombres más justos del mundo”.

La oposición de contrarios se escenifica en las leyendas mitológicas por la eterna lucha entre la luz y las sombras, la verdad y la mentira, pero desde el origen de la cultura persa está determinado el destino: El bien gana la batalla final.

Intentamos viajar, a vuelo de pájaro, por los cuatro últimos milenios a los extensos territorios situados en el sur de Asia central, al oriente de Mesopotamia. El viaje no será lineal ni sincrónico, sino puntual y diacrónico, superponiéndose en el espacio y en el tiempo, tal como se forman y transmiten los relatos míticos arcaicos, como se transmitían al son de los tambores.

Los extensos territorios del Imperio Persa llegan en su esplendor en oriente hasta el río Indo y en occidente hasta el norte de Egipto y Libia, ocupando todo el centro y sur de Asia central, Oriente medio, Turquía y Grecia.

El romano Estrabón (XV, 323) idealiza a los persas por ser el único pueblo que había llegado a gobernar a los griegos.

En el Imperio Romano, Persia se convierte en el ideal de Estado Universal, que es la idea central que subyace al expansionismo romano: Gobernar el mundo.

La tarea del psicoanálisis antropológico, en este caso consiste en tratar de descifrar las claves inconscientes que caracterizaron la formación de una cultura, dieron origen al Imperio Persa, y tiene repercusiones en la Europa actual.

Características de la idea de justicia

En este relato mítico del origen del imperio persa, podemos aventurar las cuatro características que definen la idea de justicia; anterior al imperio, raíz de su origen, conformadoras del inmenso tronco de realizaciones sociales, políticas, culturales, territoriales y artísticas; y cuyas ramificaciones llegan hasta nuestros días en Europa.

Antes incluso de la existencia de cualquier referencia personal o territorial de lo que el futuro llegaría a ser uno de los imperios más influyentes y poderosos de la historia de la humanidad, existió y se propagó la idea de la justicia, entre un extenso grupo de florecientes comunidades agrícolas, ganaderas y comerciales, y que en síntesis consistía en cumplir cuatro preceptos: Ser limpio, Ser verdadero, Ser hospitalario, Celebrar sacrificios rituales.

Podemos analizar con más detenimiento los cuatro preceptos básicos de la antiquísima religión de Mitra, destacando la sencillez en la transmisión a amplios grupos de población: Los Moqān, (Magos) que eran una mezcla de sacerdotes y orientadores psíquicos de las poblaciones primitivas, a través de la predicación y el convencimiento resultante de la alegría de compartir: Era suficiente relatar las verdades de la fe y explicar su cumplimiento.

Desde el punto de vista antropológico, supuso un logro notable la transmisión de una “ley” religiosa clara y relativamente fácil de cumplir, sin sentimientos de culpa, transmitida sencillamente por itinerantes que convocaban a los habitantes para celebrar sacrificios rituales, generalmente de toros y otros animales en abundantes banquetes, en los que se recitaban los cantos y misterios.

Plato Sasánida (S. V)

Pero además de satisfacer indudables necesidades materiales de las comunidades, practicando una justicia distributiva de carácter ceremonial, se satisfacía la mayor y más importante de las necesidades del humano: la necesidad de comprender.

Y en consecuencia de comprenderse, aceptarse y sentirse justo ante la divinidad, cumpliendo los preceptos de ser limpio, verdadero, hospitalario y celebrar sacrificios rituales. La proto-historia del imperio persa se fragua en un milenio, el tercero antes de la época actual.

Decimos que la idea de justicia tiene cuatro preceptos y el primero es la limpieza. ¿Qué significa ser limpio en el origen del imperio persa? ¿Qué influencias ha tenido este precepto en otras culturas?

No hay que olvidar que este artículo es una humilde contribución al deseo de saber más sobre la idea de justicia en el origen del imperio persa y no un tratado, por lo que es necesario resumir diciendo que la idea de limpieza, desde el psicoanálisis antropológico, es un concepto denso, complejo, cargado de simbolismo, con amplias repercusiones en todas las culturas.

El precepto de limpieza no se limitaba a la higiene corporal o externa, sino que tenía un amplio simbolismo espiritual: limpieza de corazón, apartarse de los malos espíritus de la tristeza, de la enfermedad y de la muerte. Ser limpio es ser digno.

El año nuevo, que se celebra como la fiesta del “nowruz”, 21 de marzo, fue declarado oficialmente por la Asamblea general de la ONU, como Día Internacional de la Cultura y de la Paz.  El “jāne tekāni”, precede a la fiesta de año nuevo, puede traducirse como “sacudir la casa”, y consiste en limpiar y renovar todo, no solo por motivos de higiene, sino para alejar los malos espíritus, hacer sitio para lo nuevo que puede venir y recibir el año con alegría, llenando de sentido la justificación de existir, con un sincero deseo de renovación interior que se expresa en el exterior.

Representación del Nowruz en un detalle de Persépolis.

El león símbolo del sol, fuerza y fertilidad está devorando al viejo y cansado toro (que encarna al año viejo).

 

En el judaísmo la idea de limpieza dispone de una extensa literatura preceptiva y ritual; en el cristianismo se asocia a la idea espiritual de limpiar el pecado original mediante el ritual iniciático del bautismo; y en el islam, también es muy importante la idea de limpieza y se prescriben abluciones antes de tocar las letras del Corán y hacer las oraciones diarias. Entiéndase aquí el doble sentido material (abluciones) y espiritual (limpieza de corazón).

El segundo de los preceptos de la religión de Mitra es ser verdadero. No engañarse ni engañar. Alejar al demonio de la mentira. Cumplir los compromisos. Ser de fiar. Confiar.

Si analizamos estas ideas en una sociedad arcaica, profundamente primitiva, ágrafa, que tiene que tomar prestados del arameo los primeros signos de escritura, es preciso reconocer que suponen una ventaja antropológica considerable que perduró a través de los siglos por las siguientes razones.

Originariamente el imperio persa surge de una sociedad civil, no de una casta sacerdotal, ni religiosa, ni siquiera de una casta militar de conquistadores, sino de una constelación de comunidades agrícolas, ganaderas y comerciales, practicaban una economía de la abundancia: no necesitaban rapiñar a sus vecinos para vivir bien. Tenían unas leyes sencillas y “justas” que premiaban ser verdaderos y en consecuencia cumplir los compromisos, origen del “pacta servandi” del Imperio Romano y uno de los principios del derecho internacional.

No es extraño que los romanos admiraran profundamente a los persas y que, en consecuencia, durante los cinco siglos del máximo expansionismo militar del Imperio Romano hasta su caída, desde el siglo anterior a la era cristiana hasta el siglo IV, la casta militar romana volvió a practicar la religión de los misterios de Mitra.

La razón es sencilla. Sin una idea clara de justicia, de limpieza y de verdad, no puede emprenderse ninguna gran empresa militar, porque una sola traición puede suponer el todo por todo en la batalla. No abundaremos en una idea que brilla por sí misma.

No todo son luces: la realeza persa suponía un poder absoluto. Por encima del bien y del mal. Aquí los romanos acertaron estableciendo como principios de justicia el hacer el bieny evitar el mal. En diferentes textos aparece la total arbitrariedad de la realeza en todas sus decisiones:

La ley persa era inmutable e irrevocable excepto cuando se aplicaba a la persona real. A este respecto, escribe Heródoto (III, 31). Ellos habían encontrado que según la ley «Al rey de los persas le estaba permitido hacer lo que quisiera».

 

 

Persépolis

Darío, en sus enfrentamientos por consolidar el poder estuvo sostenido por la fuerza espiritual de las enseñanzas de Zartošt (Zoroastro/Zaratustra). Con ello, él representaba el reino en nombre de la verdad, de la justicia y del bien del género humano; por contraposición, sus enemigos eran las fuerzas del mal que conspiraban para la ruina del mundo.

 

Puede decirse que, desde siempre, los persas han tenido un elevado concepto de sí mismos y que esta idea no es independiente de un depurado concepto de justicia, basada en el cumplimiento de la ley –implacable para todos, excepto para el rey, que se sitúa no solo por encima de la ley, sino por encima de cualquier idea del bien y del mal. La idea de justicia que no es solo equitativa, sino también, en cierto modo distributiva o social, condicionada por el tercero de los preceptos: Ser hospitalario.

 

Esta idea de justicia, en relación con la hospitalidad, posiblemente en el origen del Imperio Persa tuvo un marcado carácter de donación, regalo, manifestación de la abundancia y también cortesía.

 

Es bueno decir aquí que la versión chií del islam, mayoritaria en Persia, establece la justicia como uno de los pilares básicos de su religión, reforzando una idea de justicia, anterior al islam, que sigue teniendo repercusiones en Europa.

 

Mitra[3] desarrolla una función central que le implica de forma directa en el devenir de los acontecimientos de la vida cotidiana en el origen del Imperio Persa: Es un ser benefactor, que otorga bienes, bendiciones, vida, poder, descendencia, salud y fortaleza de cuerpo a quienes cumplen su palabra dada y le realizan sacrificios correctos.

 

“El mitraísmo -la religión mistérica del toro solar- fue practicada por todo el vasto territorio del Imperio. (…) De lo que no cabe duda es que el mitraísmo influyó decisivamente en las concepciones mistéricas del cristianismo.”[4]

 

El sacrificio de toros está representado por el ritual del sacrificio del toro sagrado por Mitra. La cultura sacrificial no es algo abstracto que está desconectado de las tareas de la vida cotidiana, ni es la representación simbólica de una ética vacía de contenido, sino que responde directamente a los temores que acompañan a los seres humanos en torno a la necesidad de sentirse amparados por una entidad divina.

 

Ya en época histórica, hacia el 550 a. C., el fundador de la Dinastía Aqueménida, Kuroš (Ciro II el Grande), acabaría derrotando al rey medo Astiajes, marcando el zenit del inicio del esplendor territorial.

En cuanto a la organización política el rey Darío estableció el Imperio Persa de la siguiente manera: Fraccionó el territorio en provincias llamadas Satrapías y las dejó a cargo de funcionarios.

 

Mapa del Imperio Persa

Se sabe sin duda, que la organización administrativa del naciente gran imperio persa, se debió a Dāryuš Primero (Darío I, -521, -484) –v. Cencillo, 1998:226- con el título de “Rey de Reyes” pero sin pretensiones de divinidad. Este realismo fue muy conveniente para la expansión del imperio.  En cambio, la divinización de Alejandro (c. -330) supuso una regresión y muy posteriormente, en el Imperio Romano, ya era pura ficción la pretensión de divinidad de los emperadores.

 

Las relaciones familiares y sociales en el origen del imperio persa han sido estudiadas, entre otros por G. Cameron[5], que atribuye a la monarquía de los aqueménides, diferentes matrimonios de consanguinidad, especialmente entre hermanos, similares a los de los faraones egipcios, con la justificación de que el rey de los persas puede hacer cualquier cosa en la tierra.

 Cencillo (1988)[6] nos previene del error hermenéutico de considerar “familia de dioses” a los Aqueménidas y no “amigos de Dios” o vicarios, en contra de la opinión de otros historiadores que consideran la alteridad persa en relación directa con la divinidad.

 

Capitel de una columna de la Apadana de Persépolis

El Gran Rey mandó construir Persépolis desde el comienzo de su reinado y las posteriores reconstrucciones informatizadas nos han llevado a descubrir, en todo su esplendor, la extraordinaria magnificencia de un mundo antiguo impresionantemente colorista, de gran belleza y con una arquitectura armónicamente estructurada, que tenía una gran red de irrigación para los jardines y un sistema de alcantarillado enterrado.

 

La organización económica expresaba la idea de justicia mediante salarios a todos los trabajadores de la construcción, empleados y servicio. No se utilizó un sistema de esclavitud. Se sabe, a través de las inscripciones cuneiformes en arcilla cocida, que se empleaba, como monedas de pago, un sistema complejo de pesas, medidas y equivalencias.

 

La idea de justicia aparece como manifestación artística en la representación de los relieves de la gran escala real, que representan el pago de los impuestos al Gran Rey, legitimado por la divinidad de Ahurā Mazdā, “Rey de Reyes”, “Rey de los cuatro confines de la Tierra”.

 

La verdad, categoría fundante del imperio

La idea de justicia se centra en la idea de verdad como categoría fundante del imperio. La educación de los príncipes y por extensión de los nobles se resumía en montar a caballo, disparar con el arco y decir la verdad.

 

La categoría opuesta y despreciable en indoario es “drug” (en alemán “Trug” de donde viene “Truco”). Es un principio independiente, que lleva a la perdición. En cambio, la posesión de la verdad es el supremo sentido de la vida terrenal y de la del más allá[7].

Zoroastro, evita teóricamente la oposición dualista de dos principios independientes, igualmente poderosos y opuestos, para dejar a Ahurā Mazdā reinar como único señor del bien sobre todo el universo.

La superación del dualismo es una idea original de los persas, que contribuyó a consolidar los confines de un imperio, con la noción de una divinidad absoluta, por encima de la mentira y del mal[8], apelando no a la mística sino al buen sentido ético.

La verdad, constituye el puente entre el dualismo y el monoteísmo, la mundanidad y la transcendencia, la subjetividad y la justicia objetiva -en expresiones de Cencillo- que conducirá a Zoroastro a dar otro paso decisivo hacia la maduración de la religión: la exigencia de transformación interior del creyente. [9]

Y después de una elaborada evolución de las ideas desde los orígenes del imperio, Cencillo termina concluyendo su exposición con esta cita, que merece rescatarse en su integridad:

 

“Puede afirmarse sin temor a equivocarse que de Irán procede la forma severa y civil de las actitudes de la praxis de la vida social que frente a todos los demás pueblos de la tierra ha venido caracterizando a Europa. No es el cristianismo, ni como los desinformados suelen decir “la moral judeocristiana”, sino que ha sido el Mitraísmo subyacente en el humus del Bajo Imperio lo que más ha influido en el estilo europeo puritano de entender éticamente los misterios cristianos. Por eso, occidente ha hecho del cristianismo una ética, antes que nada, no del todo acorde con su espíritu y naturaleza”. [10]

 

Esta cita sintetiza el enfoque del psicoanálisis antropológico, destacando la importancia que tiene la interpretación de la idea de justicia, en el origen del Imperio Persa, en la construcción ética de Europa.

[1] Beuchot, Mauricio (2006) “Puentes hermenéuticos hacia las humanidades y la cultura”. Universidad Iberoamericana.

[2] Cencillo, Luis (1978) El hombre, noción científica. Ed. Pirámide. Madrid.

[3] Campos, I. (2006) “El dios Mitra. Los orígenes de su culto anterior al mitraísmo romano”.  Editorial Universidad de Las Palmas de Gran Canaria.

[4] Cobaleda, M. (2002) “El simbolismo del toro. La lidia como cultura y espejo de humanidad”. Editorial Biblioteca Nueva. Madrid.

[5] Cameron, C. (1936) History of Early Irán. Nueva York.

[6] Cencillo, Luis (1988) Historia sistémica de los dioses. Ediciones Fundación. Madrid. Pág. 225 y ss.

[7] Kent Roland, G. (1953) Old Persian.

[8]  Cencillo, OC: 234.

[9]  Cencillo, OC: 235.

[10] Cencillo, OC: 246.

 

Dr.  Javier Sedano – Instituto Psicoanalítico de Salamanca

Dra. Nazia Barani – Universidad de Salamanca

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