La gran mentira

ARTNEWSPRESS: Por mucho que El golpe, Atrápame si puedes, Un pez llamado Wanda y muchas otras películas le hayan dado carta de naturaleza en el cine, la figura del timador simpático y con motivos comprensibles, cuando no nobles, es poco común en la realidad. Mirlos blancos aparte, aquellos que viven a costa de la credulidad ajena suelen parecerse más a la hez humana encarnada por Ian McKellen en La gran mentira: un sociópata de manual sin la menor empatía por sus primos (en el sentido técnico del término), sean estos hombres de negocios sin escrúpulos o Helen Mirren. 

Así pues, dependiendo de la devoción que tenga uno por la actriz ruso-británica, el visionado de esta película plantea el riesgo de hacerle gritar “¡Espabila, reina, que te está desplumando!”, con el consiguiente bochorno cuando el resto de espectadores le echen la mirada del tigre. Y, con todo, es posible que alguien agradezca ese brote de espontaneidad. Al igual que Mr. Holmes, la anterior colaboración entre McKellen y el director Bill Condon, esta película juega a plantear una intriga con giros inesperados (las raíces, esta vez, están en el noir británico en vez de en Conan Doyle), quedándose a medio gas debido a su falta de riesgo formal y a un guion cuyas sorpresas no pillarán desprevenidos a quienes gusten del género. Exceptuando, eso sí, los momentos en los que se salen de tiesto y pecan de retorcidas. Que decida cada cual si las buenas interpretaciones compensan lo anterior.

SINOPSIS:

Roy es un estafador que conoce por internet a una viuda ricachona. Betty abrirá su corazón al dandi en lo que parece un engaño facilón. Todo se complicará cuando él mismo se de cuenta que empieza a tener sentimientos por ella.