Monday, April 22, 2024
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La vida es una impostura

MARIA BARANI ARTNEWSPRESS: Tras tocar techo con la Palma de Oro por ‘Un asunto de familia’, Kore-eda ha tardado poco en voltear su carrera sin dejar de seguir una línea coherente

La universalidad del arte y del talento se confirma con figuras como las de Asghar Farhadi e Hirokazu Kore-eda. De pronto, tras una sólida, fundamental, maravillosa carrera en sus respectivos países, el iraní y el japonés deciden hacer su siguiente película en España y Francia, y en Todos lo saben y La verdad cada uno de ellos parece haber mamado desde siempre el terruño castellano y los odios del pueblo, la burguesía gala, el resentimiento y la inseguridad de los habitantes del glamour cinematográfico. Y además, sin dejar de ser ellos mismos (Farhadi ya lo había hecho en Francia con El pasado), con su personal estilo formal y narrativo, ahondando en sus grandes temas de siempre.

Tras tocar techo con la Palma de Oro de Cannes por la formidable Un asunto de familia (2018), Kore-eda ha tardado poco en voltear su carrera sin dejar de seguir una línea coherente, yendo a Francia a componer una película sobre la familia, su especialidad, cargada de subtextos, he ahí la maestría, con intérpretes impensables en su obra poco antes. La verdad es una hermosa, divertida y lacerante película sobre la impostura. En muy variadas vertientes: las relaciones familiares, madre e hija; las sentimentales, marido y mujer; las profesionales, entre colegas artísticos. Y, sobre todo, sobre la impostura con uno mismo, con el autoengaño para una supervivencia personal que en realidad supone un hundimiento cuando no se tiene verdadera capacidad para la falsedad.

El director de obras maestras como After life (1998) y Nadie sabe (2004), que no sabe francés, habla de las divas del cine galo, de Hollywood y la lucha cotidiana de tantos intérpretes por una estabilidad a veces imposible, de las relaciones entre vida y arte en una profesión donde a cada momento hay que convertirse en un impostor, del ego, la (in)seguridad y la ambición, de la decadencia del cuerpo y de la fama, y de los falsos entresijos de la memoria. Con enorme trascendencia y con la complejidad habitual de uno de grandes del cine contemporáneo. Y con un fantástico duelo de actrices entre Juliette Binoche y Catherine Deneuve, hija y madre, que además incluye varias capas de cebolla metalingüísticas, pues ambas deben actuar bien, regular e incluso mal, dependiendo del grado de efectividad de sus mentiras, ya sean personales o profesionales dentro de la producción que la segunda está filmando durante el relato: por cierto, una película dentro de la película que parece la versión femenina de Ad Astra, y en la que, casualidad o no, hasta el director de ficción tiene un sorprendente parecido físico con James Gray.

En La verdad todos mienten porque la vida es una actuación. No se salva ni uno, de tres generaciones distintas, y en un relato donde las mujeres tienen una enorme personalidad y los hombres ejercen de timoratos floreros. Y Kore-eda se atreve casi con un tabú: no redimir a un rol irredimible, y ciscarse en el concepto “arco de personaje” de los gurús de los manuales de guion.

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