Thursday, April 25, 2024
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Un nuevo museo en Afganistán para sanar la peor guerra

Artnewspress: Ocho años después de ganar el concurso, arrancará en Kabul la construcción del edificio diseñado por un estudio español para acoger una de las colecciones arqueológicas más importantes del mundo

“Una nación sobrevive cuando su cultura sobrevive”. Puede sonar a sentencia manida, a eslogan de taza de café. Pero escrita en una placa a las puertas del Museo Nacional de Afganistán, un país que lleva cuatro décadas en guerra (primero contra la Unión Soviética y luego en sucesivos conflictos contra sí mismo y con intervención de fuerzas exteriores como EE UU), y que en el camino perdió buena parte de su patrimonio cultural por las luchas, los saqueadores y el fundamentalismo talibán, la frase se hincha de contenido. “El país tiene muchas necesidades imperiosas relacionadas con temas como el abastecimiento de energía o las infraestructuras… Pero luego hay otro tipo de necesidades relacionadas con los elementos simbólicos que permiten creer a un país que está avanzando, y que conllevan una mirada más a largo plazo para ofrecer un horizonte más luminoso”, explica el arquitecto Toño Foraster (Bilbao, 1968).Foraster es el director de AV62 arquitectos, el estudio barcelonés que en los próximos meses va a acometer el proyecto de la nueva sede del Museo Nacional de Afganistán. Un edificio que volverá a reunir en Kabul la que sigue siendo, a pesar de los pesares, una de las colecciones arqueológicas más importantes del mundo, testimonio de un país que ha sido definido por los especialistas como la “encrucijada de culturas por excelencia”. Una rica combinación de civilizaciones y tradiciones religiosas conformada a lo largo de milenios como puente entre Oriente Próximo y Asia, reflejada en la colección del museo de Kabul, con más de 150.000 piezas “que confluyen entre Mesopotamia, el antiguo Egipto, Grecia, Roma, China”, explica su director, Mohammad Fahim Rahimi.Foraster firmó con el Gobierno afgano el contrato de redacción del proyecto de construcción del edificio a finales del mes pasado, después de un pedregoso camino de ocho años. En 2012, el despacho ganó el concurso internacional organizado por el Ministerio de Cultura afgano y la Embajada de Estados Unidos en Afganistán. Su diseño, con espacios modulares, flexibles y deformables, que permiten cambiar y crecer, a base de cúpulas y patios, se impuso a otras 69 propuestas de estudios de 43 países.

Pero las cosas no son ni rápidas ni fáciles en un país atravesado por un conflicto que la ONU ha calificado como “el más letal del planeta”. Foraster se ha tenido que ganar en estos ocho años, poco a poco, la confianza de autoridades y políticos que iban cambiando y con los que muchas veces había que empezar de cero, en un contexto bélico en el que cada movimiento, hasta el más básico, encierra enormes dificultades. “La ayuda de la Embajada española en Kabul, a la hora de alojarme y ayudarme a desplazarme durante las visitas, ha sido fundamental”, dice Foraster.

En 2020 el proyecto ha entrado en la pista de despegue. Tras los ocho meses de redacción y la licitación de las constructoras —en la que AV62 también echará una mano—, comenzarán por fin las obras que se completarán, previsiblemente, en un plazo de entre dos y tres años. El presupuesto es de algo más de 32 millones de euros.

Las líneas básicas esbozadas en el diseño inicial se mantienen (“la estructura isótropa que permite crecer en función de las necesidades, la versatilidad museográfica…”) y se incluirán estructuras y materiales que permitan contar con artesanos locales, pero el resultado final está por decidir. El propio Foraster explica que, aunque en arquitectura la forma es importante, lo nuclear en este caso (ese elemento simbólico) es la colección, ante la que se rinde todo lo demás.

Por eso han insistido en incluir en el proyecto la museografía, para integrar en la construcción desde el principio los espacios de exposición, con las vitrinas y expositores (que serán flexibles e intercambiables) y otros elementos básicos como los aparatos que mantienen las condiciones adecuadas de luz, temperatura y humedad. En todo el proceso, AV62 espera contar con la colaboración de otros estudios con los que ya ha trabajado anteriormente; en el diseño de la museografía participará su antigua socia Victoria Garriga, con quien firmó aquel proyecto inicial de 2012. “Al final, lo importante es que los afganos que vayan al museo vean recuperado ese legado”, insiste el arquitecto.

En ese plano simbólico del que habla Foraster, es difícil no apreciar la metáfora que supone, para un país hecho pedazos que necesita recomponerse, la recuperación de una colección esquilmada y destrozada. Hace casi 20 años, los talibanes arrasaron con todas las piezas con forma humana y animal que no pudieron ponerse a salvo (fue cuando se destruyeron los Budas gigantes de Bamiyán, Patrimonio de la Humanidad). El director del Museo Nacional de Afagistán, Mohammad Fahim Rahimi, explica por teléfono que, aunque queda mucho por hacer, desde 2004 se han restaurado más de 3.000 piezas y se han recuperado 15.000 objetos robados. “Se trata de una parte muy pequeña del expolio”, asegura. El último bien recuperado, el mes pasado, es una escultura del yacimiento de Surkh Kotal en la antigua Bactria, uno de los sitios más importantes del Imperio Kusán, que gobernó la región entre los siglos I y IV después de Cristo.

Esas recuperaciones y esos trabajos de restauración, sumados a las piezas que siguen apareciendo en los yacimientos del país, hace que la colección “esté creciendo a gran velocidad”. Esto convierte la nueva sede del museo, además, en algo “muy urgente y muy importante”, subraya Rahimi. La actual sede, un antiguo edificio colonial británico del siglo XIX está obsoleto tecnológicamente, y se les ha quedado pequeña para exponer y acoger el volumen de visitantes que aspiran a atraer.

Rahimi reivindica una colección que es, en su opinión, una especie de “espejo del mundo antiguo que permite entender la historia”. El simbolismo al que apela Toño Foraster está relacionado con esto, con el  afán de ayudar a los afganos a “asomarse a esa riquísima historia” para levantar la cabeza por encima de esos 40 años de guerra.

Del pie de Zeus a las esculturas de madera del Nuristán

Desde que en diciembre de 1979 la Unión Soviética inició la invasión de Afganistán, muchas han sido las historias de ciudadanos que han intentado, aún poniendo en riesgo sus vidas, poner a salvo al menos una parte de la gran riqueza artística e histórica del país. Es el caso de Omar Khan Massoudi, el exdirector del Museo Nacional de Afganistán, que ayudó a mantener oculto el fabuloso Tesoro de Bactria, una colección de piezas de oro y plata de dos milenios de antigüedad. Pero, en general, después de tantos años de conflicto, el grueso de la población no es “consciente del legado tan enorme” del país, destaca Foraster.

De hecho, el Museo Nacional ha puesto en marcha con el Oriental Institute de la Universidad de Chicago un proyecto de museo móvil, que ha recorrido los institutos afganos mostrando a 12.000 estudiantes de 16 a 18 años réplicas en 3-D de 21 de las piezas más importantes de la historia de Afaganistán.

El país fue “protagonista clave en la formación y evolución de la Ruta de la Seda”, con testimonios de las culturas clásicas que allí confluyeron y creaciones originales fruto del mestizaje de todas ellas, explica por correo electrónico el director de campo del Oriental Institute en Kabul, el arqueólogo español Alejandro Gallego. Hay ejemplos, continúa, desde la Edad del Bronce al reino greco-bactriano (siglo III y II antes de Cristo), el imperio kusán (extendido desde India entre los siglos I y IV) y el Afganistán budista.

Gran conocedor de la colección —entre los proyectos de colaboración con el museo financiados por la Embajada de EE UU, el Oriental Institute ha elaborado un inventario detallado—, Gallego destaca “las maravillosas esculturas en estuco, piedra o barro del budismo temprano, representado de manera sobresaliente por obras procedentes de yacimientos como Hadda o Shotorak”, que su organismo precisamente ayudando a restaurar dentro de otro proyecto. También destaca “el pie de Zeus, procedente de Ai Khanum, o los marfiles de Begram, así como la sobresaliente obra artística del Imperio Gaznávida y las esculturas de madera del Nuristán”.

Y, por supuesto, está el Tesoro de Bactria, una parte del cual compone la muestra itinerante Tesoros de Afganistán, que lleva desde 2007 viajando por museos de todo el mundo y que, según el director del Museo Nacional de Afganistán, Mohammad Fahim Rahimi, “pronto volverá a casa”.

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