Saturday, April 27, 2024
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Crítica de ‘Cómo ser un french lover’

ARTNEWSPRESS: Para tenorios con la próstata muy chunga.

Dirección: Olivier Baroux
Reparto: Kad Merad, Anne Charrier, Léopold Moati, Pascal Elbé, Thierry Lhermitte, Anny Duperey
Título en V.O: Just a Gigolo
País: Francia Año: 2019 Fecha de estreno: 22-11-2019 Género: Comedia Color o en B/N: Color Guion: Olivier Baroux, Kad Merad, Jon Zack Fotografía: Christian Abomnes Música: Martin Rappeneau
Sinopsis: Tras ser abandonado por su mujer de 80 años a causa de un muchacho 60 años más joven que él, un gigolo entrado en años solicita la ayuda de su sobrino adolescente para encontrar a su siguiente multimillonario.

Lo mejor: Kad Merad dándole a un temazo del genial Eddy Mitchell.

Lo peor: buscar la ternura donde no debería haber más que patetismo.

Mientras el iluminado autoproclamado genio de Banyoles Albert Serra pierde más de dos horas (y a decenas de espectadores entregándose al abrazo de Morfeo) en tratar de vislumbrar la decadencia francesa (se sobreentiende que la de Europa y la sociedad/cultura occidental, no por nada Putin cobija a algunos en sus megalómanos planes para acabar con la UE) mediante el cruising estático y a oscuras de Liberté, esos desacomplejados asalariados y cultivadores de la comedia gala que son Olivier Baroux y Kad Merad en 94 minutos se bastan para llegar a la misma conclusión lúbrica, eso sí, muchísimo más divertida y sin pedanterías.

Casi instantáneo remake de la (más debilucha y con el hándicap del indigerible Eugenio Derbez como protagonista) astracanada spanglish Instrucciones para ser un latin lover, Cómo ser un french lover se posiciona como el más acertado y avispado retrato de un Casanova (o un marqués de Sade de marca blanca) en su ocaso decrépito, a la altura Coluche de los Alain Delon, Tony Curtis o Marcello Mastroianni que encarnaran en la gran pantalla al seductor ítalo en su crepúsculo. Ese desgraciado, tanto y tan patéticamente abrazable y perdonable en sus miserias, gigoló caído en desgracia y obligado a reinventarse desde el refugio de la casa de su hermana que Merad borda sin despeinarse (pelucón mediante, por descontado) no desentonaría en una reunión de terapia con el Zero Mostel de Los productores de Mel Brooks (o su versión canora Nathan Lane en el ninguneado musical posterior), ambos intercambiando sus experiencias acostándose con ancianas por dinero y otras prebendas.

Ese plano del conquistador fondón tras haber satisfecho la libido de una abuela sí que es radical, perturbador y metáfora del pitopáusico adiós al macho que pronosticara Marco Ferreri (otro olvidado por el meapilismo actual), mucho más que toda la noche del cancaneo fílmico de Albert Serra y su provocación con espardenyes. Igual de necrológica que El Irlandés, Cómo ser un french lover, que podrá ponerse hipócritamente tierna cuando no le tocaba, acompaña a un personaje de derribo, a un impresentable con el que no cuesta nada encariñarse (o darle una patada en los testículos), en su último viaje por la virilidad y la humillación. Incluso esa última cruzada, con aires de ceder el testigo, junto a su sobrino, la compañera de clase de este y la abuela de la Roxanne de estos Cyranos de mercadillo, no deja de ser tan ridícula y risible (en el buen sentido de cualesquier juguete cómico que se precie) como las peripecias cartoon Warner entre el gato Silvestre y su hijo (¿o era sobrino?) o el Gallo Claudio y el pequeño gavilán. Dadme más comedias gabachas como esta y menos como esas que se estrenan semana sí y semana también.

https://fotogramas.es

FAUSTO FERNÁNDEZ

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